waiting for the night to fall

Desde que todo esto empezó, todo se fue al carajo también. Busco. Te busco a vos, y me busco a mí también. Pero no encuentro a ninguno de los dos. No estoy siendo melodramática, solamente digo las cosas como las pienso. Y no debería pensarlas, ¿verdad? Tal vez porque no pienso es que estoy así. ¿Pienso las cosas bien? Digamos que las siento más de las que las pienso, y los escucho, y lo proceso, y lo entiendo y sin embargo no te alcanzo.
Entre la espada y la pared, el océano me miraba medio raro. La arena se me metía adentro de las uñas carcomidas de la ansiedad inexistente de la un vacío irreal. Créeme. Esto no es así, ni va a ser así para siempre. El corazoncito con diamantes que mi mamá me regalo ahora está medio roto. Espero poderte alcanzar.
¿Sabes qué? El marciano de la esquina te queda mejor que yo. Pero aunque te lo diga no me pongo a reflexionarlo mucho. Saco la cámara y le saco una foto al horizonte. Pero, estoy segura, de que en los veinte minutos que yo esté ahí, tirada en el medio de la playa, va a venir un chabón guacho piola y me va a robar la cámara, los anteojos de sol y el calzado, ¿por qué no?
Me levantó y miro a mí alrededor como esa arena se va volviendo opaca, y el cabello se me cae. Agarro una piedra, le enrolló aquel papel y lo tiro al río.

Espero tus respuestas, tarde o temprano.

(10 de noviembre 2010)