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miércoles, 20 de marzo de 2013

Vicio

Justo cuando pensabas que esa mierda depresiva había quedado atrás, ese sentimiento acogedor de sentirse un tacho de basura aparece como una cucaracha voladora en pleno verano. Ese desgarramiento cerebral, la incapacidad de mover los labios o inclusive peor aún, de ser incapaz de parpadear al compás del inconsciente.
Ahi está. Siempre estuvo ahí. Miraste adentro del sombrero, viste un papelito que decía "442"y no entendiste a qué se refería.
Estabas ahí, sentado en una vereda, fumando tus penas, recordando un pasado que no era. No lo será tampoco.
Te levantás, te ponés tu sombrero de copa, y vas caminando el línea recta al opuesto de tu destino. No te importaba repetir ese ritual de sangre inmunda, ese suicidio sin llegar a serlo. De todas formas, nadie lo vería.
Al caminar por la calle de aquella oscura ciudad en un verano (que seguramente no era verano, ni era real si vamos al caso) cruzaste una estación de tren, y luego recapacitaste.
Diste media vuelta, como arrastrado por un presentimiento subyacente, tiraste tu sombrero y tu paquete de cigarrillos; ...y saliste corriendo detrás del tren.

Aún dos días después de iniciado tu recorrido, no recordabas quien eras. No recordabas y eras una parte del mundo. Eras irremplazable.

[Materia: Todo aquello que tiene peso, volumen y un lugar en el espacio]

¡Eso! Eso era. Eras materia. Eras células viviendo, que conformaban un tejido, y el conjunto de tejidos un organismo....
Pausa.
Esperaste a ver si lo que estabas pensando era valedero. Lo suficientemente creíble para ser pate de este mundo. Y no encontraste respuesta.
Al quinto día, te viste envuelto en una euforía sin sentido. Habías encontrado un pueblo en el cual la gente no te ignoraba. Sentías sus miradas recaer sobre vos. ¿Eras real, entonces?
Pero no encontraste una justificación para aquel comportamiento. Aquellos ojos como de bicho muerto te miraban pero no te decían nada. El pensar no te servía para nada, ni para justificarte, ni para poner poner "V" o "F" en el formulario.
De modo que seguiste tu viaje de forma distraída, sin preocuparte demasiado. Una vez encontraste un par de zapatos que querían que los usaras, y vos te le negaste.
Caminaste, corriste, lloraste, sonreiste, viviste. O eso creías. Ya todo te parecía una mentira. Entonces una nube de humo apareció distante a comentarte que estaba todo bien.

- ¿Esta todo bien? - pensaste. - Está... Está todo bien - dijiste con seguridad.

Entonces volviste a sentarte, miraste cabizbajo al pavimento. Un caracol estaba desintegrándose.
"Iiighhh ayudame!"

"¿De donde salió eso?" pensaste, diste media vuelta al sentir un escalofrío recorriendote la espalda, pero no había nadie. Cuando giraste otra vez, encontraste un sombrero de copa.

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